El filólogo Mikel Martínez Areta ha impartido en la Universidad del País Vasco un curso de verano titulado 'Vasconia en la antigüedad tardía (406-711), lengua, cultura y sociedad'.
Algunas de sus conclusiones, en línea con la evolución del conocimiento en las últimas décadas, pueden sorprender bastante a los que no estamos en el ajo y arrastramos tópicos del tiempo de Túbal.
Parece ser que la lengua del pueblo siete veces milenario del que hablaba Ibarretxe comenzó a extenderse por Álava a Vizcaya cuando los romanos ya se habían ido. Una pequeña migración pirenaica, asociada a una invasión militar franco-merovingia (los que echaron de Francia a los visigodos) pudo traer el precedente del euskera moderno a la Llanada Alavesa.
Esto habría sucedido entre el 550 y el 700, en una época en la que los pobladores de lo que hoy son Burgos, La Rioja, Álava y Vizcaya habrían abandonado ya sus originarias lenguas celtas por el primer romance.
Parece ser que la lengua del pueblo siete veces milenario del que hablaba Ibarretxe comenzó a extenderse por Álava a Vizcaya cuando los romanos ya se habían ido. Una pequeña migración pirenaica, asociada a una invasión militar franco-merovingia (los que echaron de Francia a los visigodos) pudo traer el precedente del euskera moderno a la Llanada Alavesa.
Esto habría sucedido entre el 550 y el 700, en una época en la que los pobladores de lo que hoy son Burgos, La Rioja, Álava y Vizcaya habrían abandonado ya sus originarias lenguas celtas por el primer romance.
Así es, señores: ninguna lengua es más milenaria que otra: el castellano y el euskera coinciden en el espacio y en el tiempo.
Esto explica que, aunque una es romance y la otra no pertenece siquiera al tronco indoeuropeo, ambas lenguas tienen la misma fonética.
También explica que el euskera actual lleve incrustadas, más allá del vocabulario invasivo, estructuras latinas que lo convierten, al decir de gente que sabe, como Jon Juaristi en una lengua híbrida, como el rumano, evolucionada desde el remoto aquitano: la verdadera lengua no indoeuropea.
Esto explica que, aunque una es romance y la otra no pertenece siquiera al tronco indoeuropeo, ambas lenguas tienen la misma fonética.
También explica que el euskera actual lleve incrustadas, más allá del vocabulario invasivo, estructuras latinas que lo convierten, al decir de gente que sabe, como Jon Juaristi en una lengua híbrida, como el rumano, evolucionada desde el remoto aquitano: la verdadera lengua no indoeuropea.
Si el castellano deriva del latín vulgar, pero incorpora fonética y vocabulario del euskera, éste deriva del aquitano, pero recibe influencias de los romances con los que convive. Éste aquitano es el que se va acercando a los pasos del Pirineo hacia el año 400, pero no llega al País Vasco occidental hasta el tiempo de los reyes godos.
El nacionalismo, ideología política basada en el relato mítico y la predestinación divina, ha puesto siempre a su servicio tanto la Historia como el lenguaje. Y en España, nadie, ni siquiera en el franquismo, ha discutido jamás el carácter ancestral, precursor y telúrico de todo lo vasco.
Pues, mira por dónde: ahora resulta que nuestros aitites lingüísticos llegaron poco antes que los moros... y que, hasta entonces, aquí sólo había maketos.
El nacionalismo, ideología política basada en el relato mítico y la predestinación divina, ha puesto siempre a su servicio tanto la Historia como el lenguaje. Y en España, nadie, ni siquiera en el franquismo, ha discutido jamás el carácter ancestral, precursor y telúrico de todo lo vasco.
Pues, mira por dónde: ahora resulta que nuestros aitites lingüísticos llegaron poco antes que los moros... y que, hasta entonces, aquí sólo había maketos.