viernes, 17 de enero de 2025

X. EL CINEMATÓGRAFO CONTRA EL REVERENDO FOXTROTT



Donde la joven Lady Parsons ilustra a Monsieur sobre el apacible decurso de la vida provinciana.

Querido Eugène:

El invierno en el campo es duro. Más aún cuando aquéllos que podrían traer un poco de distracción remolonean en la metrópolis, mosconeando de fiesta en fiesta.
Me pides una crónica de nuestra vida social. Bien podría enviarte una hoja seca, pero en los árboles ya no queda ninguna. El único suceso digno de mención ha sido la llegada a Parsonsville del “cinematógrafo sonoro”, suceso al que dedicaré algunas líneas:

El “Salón Broadway de Variedades Anglo-Americanas”, propiedad del obeso y avispado signore Cannizzaro, es un éxito sin parangón en la comarca, si bien existen serias dudas sobre el efecto moral de semejante espectáculo en las clases populares.
La fuente de tales dudas no es otra que el reverendo Foxtrott, pues, desde que llegó el cinematógrafo, la asistencia a los oficios dominicales ha caído en picado.
“Corrupción”, “Decadencia” y “Sodoma y Gomorra” son lugares comunes en su conversación, lo mismo a la hora del té que en la mesa de bridge, convirtiendo las apacibles tertulias de Parsons Manor en algo muy parecido a un velatorio.

Para que te hagas idea de lo mal que estaba la cosa, el pobre reverendo llegó a pedir consejo a su mortal enemigo, el padre McNamara, quien le hizo una demostración de superioridad moral plantándose en la entrada del cine y gritando: “¡Católicos romanos! ¡Fuera de la fila!”. Una docena larga de almas fueron salvadas y conducidas manu militari a la parroquia católica.

Pero el reverendo Foxtrott no es el padre McNamara, que cargó contra los alemanes en Ypres, al grito de “¡A por ellos, maldito sea Lutero!”. El reverendo es un anglicano apacible, a quien la perfidia del mundo le pasa por encima como un tropel de turistas sobre el musgo parroquial.

Si con “El Fantasma de la Ópera” la asistencia a los oficios quedó reducida a los mayores de 50, con “La Quimera del Oro”, las bajas diezmaron incluso a los parroquianos más venerables. Era preciso hacer algo antes de que Parsonsville, y con él Inglaterra entera, “se precipitase por la pendiente de la amoralidad y la disipación.” Creo que es así como lo describió el reverendo a la hora del té.

Parsons Manor es un oasis de libertad en materia de fe: los Parsons de Shropshire somos católicos, los Parsons de Lancashire, anglicanos; McGrog es presbiteriano escocés, la señora Muffwater, metodista... y hay quien sostiene que Mary Tipton se reúne con los druidas en algún lugar del bosque. 
Está claro que no vamos a cargar contra la herejía con el Book of Common Prayer en una mano y la Cruz de San Jorge en la otra, pero el reverendo Foxtrott es un amigo entrañable, y a todos nos duele verle sufrir. Tú mismo sentirías compasión por él. Sobre todo, después de lo que le hiciste a su Morris descapotable.

Varios fueron los intentos de hacer prevalecer la Palabra de Dios sobre las añagazas del Maligno: El primero y no menos efectivo consistió en poner en marcha la calefacción de la iglesia, si bien fue astutamente contrarrestado por el signore Cannizzaro mediante vulgares estufas de queroseno. 
Jugándose el todo por el todo, el reverendo Foxtrott se atrevió a sustituír como organista a la anciana señora Bones, dando paso a su nieto Maximilian “Frisky” Bones, nuestra joven promesa del jazz.
Ni siquiera eso volvió a llenar los bancos, aunque te aseguro que con “O Happy Band of Pilgrims”, se movieron tanto los pies como en los garitos del West End, y con “Three in One, and One in Three” se llegó a marcar el ritmo con palmadas.

Tras casi un mes de titánicos esfuerzos, el tanteo estaba en un desolador
Salón Broadway, 3
Parroquia de St. Dunstan, 0

Pero, como dice el reverendo Foxtrott, “nunca debemos desfallecer cuando servimos a una causa justa”. Nuestras plegarias iban a ser escuchadas: la última semana de enero, la prima Arabella regresaba de su gira por los Estados Unidos.

Recordarás a Arabella Whirlwind , la soprano. El crítico del Herald Tribune dijo de ella que era “un ave canora extraordinariamente apetitosa”, y el del Chronicle, ese grosero, se atrevió a llamarla El Busto. Los hombres no olvidáis facilmente a la prima Arabella.

Después de intercambiar los chismes más urgentes sobre la evolución de la moda a ambos lados del Atlántico, mamá y yo pusimos a la prima al corriente del ocaso moral de Parsonsville, y entre las tres urdimos un plan para remediarlo.

En primer lugar, y a modo de terapia de choque, la prima compareció por sorpresa en el oficio matinal, obsequiando al auditorio con un How Beautiful Are The Feet  capaz de conmover los corazones más pétreos, y un Rejoice greatly, O daughter of Zion con el que estuvo a punto de reventar las costuras de su ceñidísimo vestido. 
Tendrías que haber visto la cara de Frisky Bones intentando seguirla con el armonio.

Tras ese aperitivo vino el verdadero tour de force, consistente en tres amenas charlas sobre el tema: “la explotación de la juventud: corazones rotos por el sueño americano”.
No quisiera aburrirte con los detalles, pero se citaron casos verídicos de jovencitas seducidas por la magia del cine que acabaron en las corruptoras manos de fumadores de puros, generalmente italoamericanos, con el inevitable corolario de buhardillas húmedas y pobres huerfanitos.
Con las lágrimas y demás mucosidades puestas en circulación, podría haberse sumergido la isla de Manhattan con todos sus teatros dentro. 

El resultado fue una caída en picado de la clientela del Salón Broadway. Y, si bien la parroquia de St. Dunstan hubo de repartirse los tránsfugas con la taberna del pueblo, el contador final fue una aplastante victoria del Bien sobre el Mal y del pequeño y enjuto reverendo Foxtrott sobre el malvado y barrigudo signore Cannizzaro.
En adelante, el Salón Broadway permanecerá cerrado los domingos hasta la hora del té.
La guerra ha terminado.

Nuestro representante en el Parlamento, el Honorable Sir Neville Herbertson-Purvis, dice que, si la prima Arabella entrase en política, la Cámara de los Comunes se removería hasta los cimientos. No sé si se refiere a su voz, a su oratoria o a su poitrine.

Sé bueno y ven a vernos para el Festival de la Remolacha.

Afectuosamente

Lou

No hay comentarios:

Publicar un comentario