Tras los de los maestros, uno mío:
Defíneme el otoño:
La Parca disfrazada de belleza.
La muerte engalanada.
Belleza, la hay en él, qué duda cabe.
¿Quién osará negarla
bajo la catedral de los hayedos?
¿Quién no verá hermosura serenísima
en ese desnudarse de la fronda,
la casi voluptuosa
-y falsa- inflorescencia del otoño?
La Parca disfrazada de belleza.
La muerte engalanada.
Belleza, la hay en él, qué duda cabe.
¿Quién osará negarla
bajo la catedral de los hayedos?
¿Quién no verá hermosura serenísima
en ese desnudarse de la fronda,
la casi voluptuosa
-y falsa- inflorescencia del otoño?
Ningún sultán pisara alfombra alguna
como la de sus hojas,
ni tuvo Kublai Kan gemas preciosas
como hay en sus arroyos, engarzadas
en plata blanca y verde.
¡Qué alegría,
qué intrépida explosión, tan repentina,
de rojos, malvas, ocres y amarillos!
Mas, no es aquí la vida lo que estalla,
como en la primavera...
sino la muerte misma,
alegre carrusel de la agonía
del reino vegetal.
¿A qué esas galas, pues,
oh, muerte inexorable?
¿Qué anuncias tan alegre, sino invierno:
la derrota final? ¿De qué te ríes?
¿Qué sabes, muerte, tú, que yo no sepa?
Chapeau
ResponderEliminar(O boina, como prefiera)
Ad boinam semper fidelis. Ej-jerrijaj-jo
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