Los entusiastas del asesinato,
que no reniegan del ayer sangriento,
al de la faz de escultural cemento,
le dan apoyo, y no lo dan barato.
Con esa cara de revólver chato,
la sierpe exhala su letal aliento.
Quizá se encrespe en el primer momento,
pero hay razón para cerrar el trato.
Quien no conozca a nuestro presidente,
al ver que encumbra a semejante gente,
quizá se asombre, pues lo ve inaudito.
La sierpe y todos los de su calaña
tan solo piensan en romper España,
y España es algo que le importa un pito.
Gentuza
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