He abierto este blog, que es como escribir con tiza en la pizarra, para dar las gracias a todos los que me habéis apoyado tras mi expulsión de Twitter.
Desconozco las razones por las que me han cerrado la cuenta. Me consta que algún tuitero ha recibido de Twitter acuse de recibo por una denuncia contra mí que no había hecho. No es la primera vez: Twitter permite que los acosadores ideológicos se camuflen tras falsas denuncias para derribar cuentas "ingratas" para un medio cada vez más sesgado hacia posiciones de izquierda.
Es lo que hay. Muchos me decís que abra otra cuenta. El pajarito azul me ha avisado de que no puedo hacerlo: soy un apestado, y lo soy por ser yo mismo. No quiero jugar a eso. Buscaré otros aliviaderos para mi pulsión creadora y tocacojones, y de paso, me desengancharé de una red social en la que llevo diez años haciendo el ganso. ¡Podría haber escrito varias novelas! Habrían sido espantosas. De eso os libráis.
De momento, vaya por delante un anticipo:
EL
RETORNO DE PÉRFIDUS
-I-
Hacía
ocho años que nadie en Pottawatomie
Creek, Kansas, sabía del paradero de Pérfidus
"Bocarte" McFoster. Al inmoderado asesino,
atracador, violador, profanador de sepulturas y negacionista
climático, parecía habérselo tragado la tierra.
Unos
decían que había cruzado el Pecos, otros, que estaba matando
bisontes en el Yukón, osos en Nebraska o parroquianos en cualquier
parte. Todos tenían razón. Pérfidus "Bocarte"
McFoster tuvo una larga mala racha. Como la planta rodadora, vagó
con el viento y no arraigó en ninguna parte. Perdió un diente en
Hot Springs y una bala le atravesó la oreja en Deadwood, pero, como
siempre, los otros salieron peor parados. Mucho peor.
Ni
el aliento ni el caracter le habían mejorado cuando los acerados
cascos de Ripper -el sexto de ese nombre en ocho años- arañaron el
polvo de Pottawatomie Creek.
Ningún
huérfano desarrapado y mestizo salió a amarrar el caballo. ¿Es que
no quedaban desarrapados en Kansas? Si había alguno, aquél debía
de ser su día libre.
Ni
un alma en la calle. Un pollo flaco y despistado cruzó frente a él.
Lo derribó certero un escupitajo de su letal mascada de tabaco.
El
silencio era tan denso que oía sonar sus espuelas mientras caminaba
frente al saloon cerrado, el hotel cerrado, la barbería
cerrada...
-¡Chist!
¿Eso
era un sonido humano?
-¡Chist!
(¡Oiga!)
Pues
sí. Era humano, y sonaba como alguien que no quiere vivir más
tiempo.
-(¿Está
loco? ¡Pueden llegar en cualquier momento!)
Asomada
a la puerta entreabierta de la barbería, una cabecita muy colorada
parecía estar gritándole, pero bajito. Incluso hacía señas para
que se acercara.
-(¡Venga,
hombre! ¡Las puedo oír desde aquí!)
La
curiosidad no exonera a los asesinos inmoderados, y Pérfidus
desamartilló el revólver, que había empezado a salir él solo de
su funda, y se acercó lentamente.
-(¡Pase
dentro, por Dios, y ayúdeme a atrancar la puerta!)
En la penumbra
interior, pues los cristales estaban tórpemente cubiertos con
tablones, distinguió a varias personas más, y reconoció en ellas
la tranquilizadora expresión del terror. Era lo normal. Se sintió
bien.
-II-
El
ambiente era oscuro, agobiante. Le reconfortó comprobar que la gente
se sofocaba como pollos asmáticos en su presencia. Pero había algo
raro. No le miraban. No es que evitaran su mirada, es que no estaban
pendientes de él. Eso era nuevo.
-¡Ya
las oigo llegar! -dijo el barbero- Vienen cantando. ¡Traen un
armonio!.
-Lo
habrán cargado en una carreta. -dijo el herrero- ¡Ésa que toca
tiene que ser su mujer, pastor!
-¡Oh,
Dios mío! -dijo el pastor-
-Pero,
qué demonios... -dijo Pérfidus-
-¡CHIST!
-dijo el barbero, que parecía tenerlo por costumbre- ¡Cantan "Uncle
Sam's Wedding"!
-¡Oh,
Dios mío! -dijo el pastor-
-¿Pero
se puede saber de quién diablos se esconden todos? -dijo Pérfidus,
acompañándose con el suave "cli-clic" del 44 Russian-
-Diablos.
Usted lo ha dicho, forajido. -dijo el sheriff, asomando tras el
colgador de los abrigos- Pérfidus lo tenía encañonado antes de que
terminase de hablar, pero Curtis el Cojo, sheriff del condado
de Franklin, le apaciguó con gesto sereno:
-No
hay disputas frente al enemigo, hermano.
-¿Apaches?
-Qué
más quisiéramos...
-¿Pues
qué, entonces? ¿Comanches? ¿Mejicanos?
-Mujeres.
-¿Mujeres?
-¡Sufragistas!
-¡Oh,
Dios mío! (Éste era el pastor)
-¡Callad!
-dijo el barbero- ¡Están cantando "Winning the Vote"!
Eso viene a ser como el toque a degüello. ¡Están juntando leña
frente al Ayuntamiento! ¡Alcalde! ¿Por qué no sales y les dices
algo?
-¿Por
qué no sales tú y les haces las cejas, pelabarbas?
-Porque
tu Abigail está con ellas, y es la más rabiosa de todas.
-En
eso llevas razón, pelabarbas. Está como enloquecida. No la
reconozco. He
tratado a negreros, contrabandistas y cazadores de cabelleras, pero
ayer, cuando me leyó el ultimátum, no parecía una mujer: ¡parecía
la mismísima Medusa!
-Déjate
ahora de peces y pensemos cómo salir de ésta. Acordaos del pobre
McGuire, ¡cocinado en su propio horno!
-No
está el horno para bollos -dijo el pastor, en una agradable
variación de su repertorio- Creo
que el señor alcalde, como representante del poder civil, es nuestro
interlocutor natural...
-¿Y
por qué no vas tú, sobabiblias? -dijo el alcalde- ¿Acaso no estás
casado, como todos?
-Mi
mujer es un ángel... un angel exterminador. Todas las mañanas me
calienta el agua para afeitarme. Hoy ha sido la primera vez que me la
ha echado por encima. ¡No es ella! ¡Es Satanás quien les ha metido
esas ideas en la cabeza!
-Pues,
si el alcalde se arruga y el pastor se encoje, -dijo un tipo calvo
con voz aguardentosa- habrá que acudir al sheriff. A fin de cuentas,
está para defender la Ley...
-Eso
está muy bien, Moses Slotnik, envenenador con licencia para licores.
¡Pero antes me como la maldita estrella que salir ahí a que me
despedacen con agujas de hacer ganchillo! Si
queréis un tipo duro, duro de verdad, aquí tenéis a Pérf...
El
sacrílego nombre, proscrito en seis estados, no llegó a ser
pronunciado, porque los oídos del susodicho ya no estaban allí. Por
la puerta trasera, entreabierta, se escuchaba el lejano galopar de un
caballo.
Más
cercanas y amenazadoras eran sendas tonadas, terribles y
discordantes, que cercaban el edificio por las dos fachadas: "The
Suffrage Flag" y "Give the Ballot to the Mothers".